Date una
vuelta por la luna creciente y envíame polvo de cráter, el mágico mundo del
incienso te consume en deseo.
Ardía tras
de ti Sodoma, guerrera de los instintos, perdía batalla pero no la guerra
contra el Air Cool del salón.
Tendidos
en el suelo, a medio camino de mi cuerpo, entraba y salia solo para degustar
ese aceite derretido en la punta de un joe.
Y es que,
en ese cielo plagado de termitas, devoradores de espacio que consumen el
minutero, ardo de impaciencia fundido en tu cuerpo.