La enredadera

Sostiene e invade el espacio

erguida sobre mil piernas que parecen amarse

puro corazón esconden sus claroscuros.

La insidia de la tenaza y la tijera

que incansables buscan la primera sangre

frutos de la pérfida razón

que humanamente la talo y dio muerte.

El arriate yermo

complacido, resuelve la hojarasca

apenas llenan un instante

de todo este vasto y vacío creador.

Luz

Existe un anhelo en tus ojos

una palabra abierta en tus labios

que encierra sur sobre tus manos.

Sinuosas se mueven en el celeste

en su errante andar laberíntico

destrozando a su paso la brisa.

Tu manto lleno de azul 

ahora mana también de mi sangre.

Paraiso

Esas cuerdas que sostienen el deseo

que se oxidan al contacto de tu cuerpo

rozan las nubes en el ciego crepúsculo.

En su huida, perdidas mas allá de las ciénagas de mi locura

derramándose, sobre todas las razones

tu cuenco dorado

fuente de toda mi sed.

Eterno

De tus caricias, de tus besos
aprendo con certeza.
Baña mi lengua tus turbias aguas
que amargas convierten en rosas.
Silentes se levantan inquietos
pequeños destellos en tu despertar
aquello que anega la belleza
a tus negras ondas interminables.